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(POEMARIO) Reflejos es un poemario escrito por Rodolfo De La Riva Cachay que obtuvo el primer puesto en los Juegos Florales de la Universidad de Lima en el 2014 y será publicada en la edición del año 2016 de la revista “Un Vicio Absurdo”. Reflejos tiene una propuesta de poesía lúdica, con relatos y descripciones que buscan ser un crisol de imágenes sobre el mismo acto que es escribir. En un intento por dar los distintos enfoques y reflexiones internas que tiene el autor ante la ofuscación e impotencia del proceso creativo se traslada al formato de poesía en prosa ciertos reflejos falsos pero con sensaciones propias, con el propósito de construir –como se señala en la epígrafe de Fernando Pessoa– “una realidad que no está en nadie y está en todos”.

 

“Me siento múltiple.

Soy como un cuarto con inúmeros espejos fantásticos que deforma, convirtiendo en reflexiones falsas, una realidad que no está en nadie y está en todos”

Fernando Pessoa

Diarios

 

[1]

 

Mi boca se oscurece cuando escribo, lo he pensado muchas veces. La comisura labial se achica hasta volverse ridícula y lloro enojado cuando solo quiero dormir medio muerto. De pronto mi lengua se seca y crecen hongos en las paredes de mi boca. Las palabras nacen asfixiadas. Solo me queda respirar por la nariz, sin pánico, mirando al reloj que apunta su minutero solitario.

[2]

A cierta hora del día, conjeturas perversas me poseen. Me siento a escribir con pesimismo, surge entonces la idea testaruda de subir a la silla y ahorcarme. Desde lo alto solo alcanzo a ver paisajes áridos e insoportables por mi ventana. Entonces cierro los ojos e inclino la silla extemporánea y peleo a muerte contra sus patas.

 

 

[3]

Resulta que el proceso creativo ha sido distinto desde que te fuiste. Las esquinas de papel han perdido su filo de tanto pisco derramado. En la cantina de siempre, trazo seis o siete versos en mi cuadernillo (tal vez un dibujo de tu cuerpo) y beso a alguien al salir. La mañana siguiente, tu recuerdo debe cruzar una ruta inútil: un fósforo prendido que debe soportar las palabras; sin embargo, el cuadernillo tarda en mostrarse y apenas deja releerse, cuando destapo un vino a la mañana siguiente y el sol araña el pórtico.

 

 

[4]

 

Mi habitación es una cúpula transparente donde me puedo masturbar viendo el cielo. Hay días en que las nubes tienen forma de mujeres con lentejuelas y labios carnosos, otras en que las nubes son la proyección de simples nubes. Esos días busco en el estante de libros, alguno al que me hayas firmado una dedicatoria (hipócrita y educada como todas) y regreso excitado al escritorio para coger papel y lápiz, y escribo tu historia con una mentira en cada detalle.

 

 

[5]

 

Esta noche te mostraré mi obituario. Proyectaré en el cinematógrafo un film sobre calles transitadas y rostros desenfocados. Un ecran negro con letras blancas que se desvanecerán sobre el humo del cigarrillo. De pronto nacerá un primer párrafo, versos impares con ortografía sonámbula y litros de tinta china corroyéndose por debajo de las butacas. Luego, seguirán dos o tres golpes secos en mi pecho, mientras sacudes tu índice sobre el cenicero y tratas de apagar las luces.

 

 

[6]

Me gusta doblar cartas. Cepillar mis dedos y convertirlos en pinzas. Así, con una picardía inexplicable, ver cómo mis uñas se entremeten en las letras hasta bordar un sello ilegible que se sombrea en la cicatriz de la hoja. Dar una pausa para sentir lástima de las líneas escritas, y consolarme abriendo el sobre para besar el papel por última vez.

 

 

[7]

Repaso el brillo de tu cuerpo y apago el foco de mi cuarto para esconder el poema que te dedicaré como luciérnaga muerta. Rodeo los lados de tu cuadro, busco tu epígrafe en los libros escritos con puño y nervio, armo entonces una pequeña hoguera de hojas secas. Luego salgo al balcón y me siento a esperar que se pose sobre aquel portillo, la paloma amarilla nuestra.

 

 

[8]

Puedo decir que la palabra incendio advierte el prólogo de algo más: la lectura de un discurso suicida escrito a mano o las palabras pausadas que se sentencia en la unción de los enfermos. Si la enciendes, sus brasas alcanzarán también tu reflejo.

 

[9]

Mis yemas en tu mejilla, esconden la bitácora de tus viajes. Debo tocarte a oscuras y con suavidad, como quien acaricia una lámpara mágica deseando que surja un eclipse en el firmamento. Colocar un papiro gris en tu ombligo para calcar el perfil de la luna encendida, y así ir dibujando la portada de mi libro, reflejando la última luz en tu cuerpo.

 

 

[10]

Una hoja en blanco es todo lo que tengo a mi pubertad, y encojo el pecho cuando la vecina toca mi hombro y pregunta si la amo; sin saber que una de estas noches, bajaré hasta su cama con los ojos desviados y un plumón rojo, para escribir mi nombre en su costilla, esperando que al final, aparezca un poema.

 

 

***

 

Sobre el autor:

Rodolfo De La Riva Cachay (Lima, 1991) Abogado corporativo egresado de la Universidad de Lima. Ha ganado los premios de narrativa y poesía de los Juegos Florales de la Universidad de Lima y es parte del comité editorial y coordinador de la revista literaria Un Vicio Absurdo.

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