(ENTREVISTA) Pandora (Tusquets, 2015), de la mexicana Liliana V. Blum, es una novela incómoda, chocante e inquietante para el equilibrio emocional de cualquier lector. Se trata de un libro, además, que no solo describe unas historias personales impactantes, sino también plantea una perspectiva casi teórica de lo que significa una vida basada en la glotonería. 

Frente a esto, se contrapone la existencia del feederism, una parafilia que podríamos resumir como la relación complementaria entre un sujeto que ceba con alimentos a otro con el fin de satisfacer fantasías sexuales, para el primero, y alimenticias, en el caso del segundo. Lejos de plantear un problema personal, la novela se puede leer como una crítica a una sociedad que se encarga de moldear conductas basadas en estereotipos de belleza y que valida la discriminación generaliza que resulta de esta. Pandora propone, asimismo, una estructura basada en un juego de opuestos en constante tensión no solo en el nivel de las historias, sino también en el estilo de la narración. Por ejemplo, a través de descripciones cadenciosas y rítmicas, se logra un efecto placentero de la lectura de contenidos sórdidos y repugnantes. De estas y otras ideas, conversé con Liliana Blum hace unos meses cuando presenté su libro en la Feria Internacional del Libro de Trujillo. Estas preguntas son el resultado sintético de esa extensa conversación.

Por:

Lenin Pantoja Torres 

Además de escritora, eres Licenciada en Literatura Comparada, lo cual hace más visible y llamativa una consciencia crítica y teórica en tus narraciones. ¿Cómo influye en tus relatos esta mirada de la realidad?

Es curioso que me preguntes eso. Yo decidí estudiar literatura porque quería ser escritora. Pensaba que es lo que se necesitaba. Por cuestiones económicas y oposición total de mi padre a la literatura, terminé estudiando esa carrera porque la Universidad de Kansas fue la única que me dio una beca completa y trabajo para sobrevivir mientras estudiaba. Luego me di cuenta de que no necesariamente se necesita estudiar letras para escribir. Es más, mi postura ha cambiado a tal punto que creo que más que ayudar, estudiar literatura es más bien contraproducente. Al menos en mi caso, las materias estaban enfocadas por completo al análisis literario a través de las diferentes teorías literarias. El efecto que tuvo eso en mi proceso creativo fue como insecticida. Ya no podía escribir sin pensar en cómo mi texto iba a ser visto (desde cuál o tal teoría). Descubrí también que los teóricos creen que pueden sacar cierta información del texto (aquí el autor está tratando de probar que tal o cuál cosa; de aquí podemos deducir que lo que quiso decir fue esto; aquí queda claro que el autor sufría de tal o cual afección psicológica) que en realidad es una mera coincidencia o interpretación del lector, y que nada tiene que ver con la visión o plan del escritor. Así que ahora escribo sin pensar en nada más que mi historia y mis propias obsesiones.

Pasas de Residuos de Espanto, una novela sobre el Holocausto, a Pandora, una narración sobre el feederism (el placer por engordar y hacer engordar). ¿Qué tienen en común ambos textos dentro de tu proyecto literario?

Aunque yo no soy judía (mi abuelo materno lo era), he tenido la oportunidad de conocer en persona a dos sobrevivientes del Holocausto y he estudiado mucho el tema porque me interesa en lo personal. Me preocupa que haya quienes lo niegan, a pesar de la gran evidencia física que existe. Gran parte de los sobrevivientes están muriendo. Justamente el Nobel, Elie Wiesel, falleció hace poco. Residuos de espanto es entonces mi granito de arena para no olvidar. Un homenaje a los sobrevivientes, un esfuerzo para que no olvidemos jamás. Un paréntesis, si se puede decir así, entre mis otros libros. Pandora, por otra parte, se parece más a mis libros de cuentos. Se trata más de explorar la naturaleza humana (¿por qué la gente hace lo que hace?) y jugar con los límites (¿hasta dónde podemos llegar si creemos que no hay consecuencias?). En ese sentido, tiene muchas más cosas en común con mis cuentos.

Creo que la naturaleza humana no es esencialmente buena y que, dadas las circunstancias, todos pueden actuar malignamente si saben que pueden salirse con la suya.

En tu última novela, eres una autora que deja de lado los experimentalismos estructurales para trabajar una historia que fluye. ¿Cómo se produce la agilidad de las acciones en tus relatos?

Has tocado una fibra. En general no me gusta experimentar cuando escribo, y no me gusta leer cosas experimentales. A lo mejor soy una anciana cascarrabias, pero prefiero escribir (o al menos me gusta pensar que así lo hago) lo que me fascina leer. Mi objetivo siempre ha sido el contar una historia -detesto los textos en los que no pasa nada-, dejando de lado agendas políticas o ganas de “educar” a los lectores, y simplemente hacer que se metan tanto en la historia (sea cuento o novela) que no quieran dejar de leer hasta el final. Desde luego también quiero que mis textos produzcan cierta reflexión o reacción a la lectura, pero que sea el mismo lector quien llegue a sus conclusiones. Creo que la experimentación es genial como un ejercicio, o tal vez en la poesía, pero en la narrativa me gusta lo clásico. Lo clásico es permanente.

Tus personajes no encajan dentro de lo socialmente aceptado, lo que genera muchos conflictos. ¿De qué manera influye tu visión pesimista en la exploración de la realidad?

Soy una persona pesimista en general. Pienso lo peor de las personas, aunque en lo particular soy bastante ingenua y confiada a veces. Creo que la naturaleza humana no es esencialmente buena y que, dadas las circunstancias, todos pueden actuar malignamente si saben que pueden salirse con la suya. Eso hace que mis personajes no sean rosas, ni mis historias tengan finales felices. Como dije antes, me gusta explorar los límites, las razones que tienen los seres humanos para actuar. Cada texto es un laboratorio de la realidad, pero la realidad es también el material principal de toda mi narrativa, empezando por mi propia experiencia y vida.

En Pandora, no solo se narra la historia de una mujer con sobrepeso, sino también se trata de plantear una especie de teoría de la glotonería que se relaciona con el feederism. ¿Cómo influyen las obsesiones patológicas de los personajes en el desarrollo de la historia?

Aunque la patología sexual, si se le puede llamar así, es lo más llamativo de la novela, en realidad no es lo más importante, a mí parecer. Creo que el tema de la comida es fundamental a la mujer, ya que regula nuestras vidas prácticamente desde que tenemos uso de razón. Desde las madres que alimentan más a sus hijos varones y le sirven porciones menores a las mujeres, pasando por el entorno social que obliga a las mujeres a una dieta sub-calórica para poder llenar ciertos estándares que son bombardeados desde la televisión y todos los medios. Ser mujer es tener hambre, no importa la condición social. Ser mujer es privarte de cosas todo el tiempo en pos de un peso “ideal.” Pandora explora esos temas. La mujer mórbidamente obesa que se abandona a la fantasía de su amante y la mujer “perfecta” que se ejercita y siempre está a régimen son dos caras de la misma moneda. Exploro también un tema espinoso: ¿qué tanto estamos dispuestas a hacer las mujeres con tal de no estar solas, de tener un hombre a nuestro lado? En realidad la glotonería es la punta del iceberg, un pretexto para abordar todo lo demás: las relaciones entre hombres y mujeres, el papel social de la mujer.

 

*Pandora (Tusquets, 2015) se puede adquirir en Amazon y Google Play Libros. Además, existen varias librerías en línea de México que ofrecen el texto en formato eBook, como El Sótano y Gandhi.

 

 

 

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