(ENTREVISTA) Conocí la narrativa de Cristian Geisse gracias a un profesor, en medio de una conversación sobre la escuela, sus alcances, y el poder que tienen los maestros para incentivar o desmotivar a sus alumnos.  Tras ojear algunas páginas, le pedí a un autor que radicaba en Chile el favor de traérmelo. El encargo llegó y con él, las ganas de entrevistarlo para esta sección.

Por:

Gianfranco Hereña

Lo primero que se me viene a la mente al leer tu novela es la realidad de muchos colegios en América Latina, donde el estudiante es arrojado a un panorama bastante hostil, que privilegia el castigo versus el poder de motivar ¿Parte de una experiencia personal o es más bien un tema que querías abordar desde la narrativa?

Partió de una experiencia personal. Mis inicios como profesor fueron en condiciones bastante difíciles. La educación en Chile está en crisis desde hace años. Son muchos los factores y es un reflejo de nuestra sociedad, en alto grado neoliberalizada y extremadamente desigual. Chile durante la dictadura de Pinochet se convirtió en un experimento neoliberal muy duro, y la educación sufrió consecuencias muy graves. Actualmente se está tratando de transformar las cosas, pero no es algo que vaya a cambiar de un día para otro. De todas formas, cuando escribo mi intención no es dejar un mensaje moral, social o político, sin embargo, la novela ha funcionado hasta cierto punto así y –espero- ha servido para hacer más visible el problema y abrir discusiones.

Algo que también llamó mi atención fue el perfil del profesor quede narra la novela. Por un lado, muestra que llega a ese puesto debido a que es un descartado de la carrera que eligió . Por el otro, que es un escritor que planea vivir de la literatura y por presión de su pareja es que se ve obligado a entrar  y además lo hace bastante desmotivado ¿Crees que aún hoy persista ese ideal de autor que vive exclusivamente de la literatura? 

Yo no conozco a nadie que viva exclusivamente de escribir. Sin embargo, estoy seguro de que muchos escritores quisieran dedicarse cien por ciento a esto. Sí se buscan oficios relacionados, y los hay muchos que trabajan de profesores, de académicos, de bibliotecarios, de editores, con la esperanza de estar siempre en contacto con la literatura. En el caso de aquellos que trabajan como profesores de escuelas o colegios, la carga laboral es muy grande y todo se vuelve muy pesado. A mí me sucede así. Cómo quisiera tener menos trabajo en el colegio, cómo quisiera tener más tiempo para escribir y leer. En muchos años no lo he conseguido. No soy un profesor que tenga una vocación firme, aun cuando trato de ser lo más responsable con la importancia que un servicio como éste puede tener para las personas. De ser posible lo abandonaría si encontrara una fuente de dignidad material mejor y más flexible para el que quiero sea mi verdadero oficio: escribir. De todas formas, tener otro oficio da material y experiencia, y puede terminar siendo una fuente para la escritura.

El estilo para narrar es bastante desenfadado, oral. Si tuviese que preguntarte por referentes ¿Cuáles serían?

Me gusta como habla la gente, sobre todo la que pertenece a lo que podríamos llamar capas populares de nuestra sociedad: hay desenfado, permisividad, se saltan e inventan normas. Son graciosos y creativos, quizás sean quienes más contribuyen a transformar y al mismo tiempo a mantener viva una lengua. Eso me ha gustado siempre. Pero además es un problema importante al momento de traspasarlo al lenguaje literario. Los escritores desde siempre han buscado representarlo y lo han hecho con diferentes fórmulas.  Creo que los referentes en ese sentido son muchos, y pasan por la picaresca y el Quijote, y llegan a Juan Rulfo y a escritores chilenos como Nicanor Parra, Alfonso Alcalde y Juan Radrigán, por mencionar a algunos, todos con fórmulas bastante distintas. Yo me identifico sobre todo con Rulfo, quien declaró que era consciente de que el lenguaje de sus personajes y narradores parecía popular y muy natural, pero que había trabajado mucho para conseguir ese artificio. Con escritores de otras lenguas ya se convierte en un tema algo diferente, por las dificultades que una traducción puede presentar en un asunto así. Pero de una manera u otra, pienso, he intuido elementos importantes en autores como Petronio, Apuleyo, Bocaccio, Rabelais, Joyce,  Fante y Miller, por mencionar a varios de los que llamo la tradición del cinismo.

 ¿Cuál es tu postura frente a la docencia escolar tras haberla experimentado en el terreno de la ficción y la cotidianeidad?

Acá en Chile hay dos grandes escritores que son referentes en el tema del oficio de profesor, uno es Gabriela Mistral y el otro es Nicanor Para. La primera –a quien yo admiro profundamente- entrega una postura casi mesiánica y sacrificial del profesor; por ejemplo, en uno de sus escritos al respecto dice algo así como “todo para la escuela, nada para nosotras”. Parra, en cambio, habla de su rostro abofeteado por las quinientas horas semanales. Yo, y se me ocurre que le pasa a la mayoría de mis colegas, ya nos identificamos más con la postura que te presento de Parra que con la de Mistral, aunque es sin duda una manera demasiado reducida de presentarte la situación. Como te contaba, llevo varios años haciendo clases, y pienso que es un oficio lleno de virtudes, pero también de trampas. Hay que acordarse siempre que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. ¿En qué medida el profesor contribuye a reproducir las condiciones de desigualdad de nuestras sociedades? ¿Cómo puede aportar hacia una transformación del ser humano para bien?  Son preguntas gigantes, y pienso que el profesor debiera hacérselas siempre. Pero me cuesta mucho pontificar al respecto. Puedo decir que en Chile actualmente estamos en verdaderas dificultades, muy al debe. Se están tratando de corregir las cosas, pero va lento y erráticamente, existe una inseguridad muy grande respecto a los resultados de las reformas propuestas.  Es un problema grave para alumnos, profesores, familias e instituciones. En el caso de los profesores, históricamente han sufrido agobio laboral y pagos deficientes. Hoy en día acá en Chile, están tratando de revertir el problema porque ser profesor se había convertido en una segunda opción para gente que no conseguía desarrollar otras profesiones y que con resignación llegaba a un trabajo mal pagado y sobre exigido, en el que es muy fácil sufrir toda clase de frustraciones. También ocurría que había gente que sí quiso ser profesor, y entró al sistema con una vocación muy grande, pero una vez adentro, se vieron muy golpeados y sufriendo grandes decepciones por la forma en que se hacen las cosas. Esto es casi transversal, sucede en todo tipo de colegios. Es una lucha muy grande que hasta el momento ha dado muy pocos resultados significativos.

Definitivamente el tema de la escuela da para largo ¿Piensas seguir trabajándolo en otras publicaciones?

La verdad es que no tengo planes de hacerlo. Cada cierto tiempo aparece en lo que escribo, supongo porque en estos momentos es parte de mi vida, pero de ser posible, en lo próximo, estoy tratando de no repetirme.

 

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