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#Las5cortas de El buen librero - El Buen Librero

 

oscargallegos

 

En esta 20a FIL, a diferencia de las ediciones anteriores, observamos una apreciable cantidad de presentaciones de libros de minificciones y eventos sobre el tema. Así, se han presentado los libros microficcionales de Beto Benza (Entre vivos y muertos. Lima: La Nave); Gaspar Ruiz de Castilla (Bar de La Mancha. Lima: Trashumantes); Ana María Intili (El hombre roto. Lima: El Gato Descalzo), y Carlos Germán Amézaga (Ars brevis, vita longa. Lima: Caja Negra), entre otros, sumados estos al taller de microrrelato ofrecido por el distinguido escritor dominicano Pedro Antonio Valdez. Y para cerrar este plausible encuentro microficcional en la FIL 2015, el martes 28 de julio, el crítico Óscar Gallegos presentó un voluminoso e interesante libro, de más de 500 páginas, intitulado El microrrelato peruano. Teoría e historia (Lima: Micrópolis). Sobre este original documento teórico-crítico, el primero de su especie en nuestro país, conversamos con el autor.

 Por:

Jorge Ramos Cabezas

Óscar, sabemos que vienes investigando el género del microrrelato desde hace varios años; así, tu tesis de licenciatura versa sobre el tema, eres editor de Fix100. Revista hispanoamericana de ficción breve, has publicado artículos académicos sobre la minificción y tu primer libro fue una compilación de ficciones brevísimas de la Generación del 50 (Cincuenta microrrelatos de la Generación del 50. Lima: Trashumantes, 2014). Cuéntanos, ¿cómo así nace tu pasión por el estudio del microrrelato?

Por accidente. Un día, en una de esas ferias de San Marcos, mi universidad, merodeaba buscando una gran novela, de esas que te sumergen en todo un mundo capaz de hacerte olvidar tu miserable existencia. Pero me encontré (o debo decir “me encontró”) un microtexto literario. Este era tan diminuto y, no obstante, tan pretencioso que llevaba como título “Breve antología de la literatura universal”, el que, en tan solo unas líneas, resumía justamente toda la historia de las letras, Biblia incluida. Desde ahí soy un ávido lector, más

que estudioso, de estas pequeñas grandes historias.

 

 “Minificción”, “microrrelato”, “minicuento”. Esas tres expresiones son las que más aparecen en títulos de publicaciones que recogen (o deberían de recoger) minificciones, microrrelatos o minicuentos. Tres expresiones que suelen intercambiarse a diestra y siniestra entre sí, quizá por comodidad; sin embargo, esos tres términos no vienen a significar lo mismo, ¿verdad? En tu libro desarrollas este distingo. ¿Puedes anticiparnos a los lectores sobre este punto?

Como decía el gran Sofocleto, “Nada tiene tantos sinónimos como las cosas innombrables”. De ahí que el microrrelato sea uno de las formas literarias más esquivas porque se niega a ser apresado bajo una etiqueta. Es decir, adopta la actitud de un ser libre y alegre como un buen salvaje. Sin embargo, en mi trabajo, me pongo el traje de un policía y voy en su captura. No sé si lo he logrado, pero ahí están las huellas del intento. En lo que sí creo que estamos de acuerdo los que estudiamos esta forma es en un par de cosas. La minificción es una categoría (léase: no género) que engloba tanto a los microtextos literarios no narrativos, (la estampa o el poema en prosa, etc.) como a los microtextos literarios narrativos (fábula, microrrelato, etc.). Entonces, todo microrrelato es una minificción, pero no toda minificción necesariamente es un microrrelato. Ahora, en mi opinión, los términos minicuento, microrrelato o minirrelato son equivalentes para referirse a la ficción mínima narrativa (aquella en la que se debe contar una historia por más mínima que sea), porque llevan en su composición conceptual el núcleo de la narratividad. No obstante, yo prefiero usar el término microrrelato por tres razones que aquí no voy a profundizar: precisión conceptual, pertinencia nominal y autonomía genérica.

 

En tu estudio tomas posición y estableces y fundamentas un estatuto genérico para el microrrelato; es decir, para ti, el microrrelato es una modalidad distinta al cuento, pues no es un “cuento chiquito” ni tiene las mismas características, algo en lo que difieres de la postura del español David Roas, entre otros, por ejemplo. Amplíanos esta visión tuya.

En el fondo, todos estamos de acuerdo en lo más importante: el microrrelato comparte con el cuento dos características esenciales: narratividad y brevedad. Sin embargo, es evidente que esta última, a pesar de su relatividad, es tan diferente en el microrrelato que determina también, de un modo distinto, sus rasgos estructurales y temáticos en comparación del cuento. Además, pragmáticamente, tanto la actitud y estrategia de los autores a la hora de escribir como la expectativa de los lectores a la hora de leer no es la misma cuando están frente a cuentos que cuando abordan microrrelatos. Eso es muy importante genéricamente hablando.

 

El microrrelato, un género posmoderno por naturaleza, ha encontrado en la internet un espacio en el cual pareciera moverse como “pez en el agua”, como bien lo afirmas. Sin embargo, sabemos que de mil microrrelatos que se publican cada segundo en la red, quizá solo uno valga la pena. ¿Cómo ves esa situación que puede resultar peligrosa para el novel minificcionista que anda encandilado de poder publicar todos los días un microrrelato, que, en vez de provocarnos placer, nos genera vergüenza ajena?

Creo que todos somos libres de generar vergüenza ajena y un poquito de lástima. Es decir, creo en la libertad hasta de publicar tonterías en la red. Pero creo que nuestra labor, como críticos, es de bucear de vez en cuando por ese mar cibernético en busca de los pececillos de oro, si los hay. Aunque, también, podemos ahogarnos.

 

En la evolución del microrrelato a nivel de la región hispanoamericana (en la que siempre Argentina y México tienen un papel preponderante), ¿cómo ha sido el camino del Perú?

Me parece que post tenebras spero lucem. Lo importante es que vamos apareciendo en el mapa no solo por los estudios, congresos, antologías y revistas que han surgido estos últimos años, sino también porque cada vez más gente en nuestro país va descubriendo el placer de este género.

 

¿Quién es el pionero del microrrelato peruano? Es decir, ¿quién es el escritor peruano que publica por primera vez microrrelatos propiamente dichos?

Difícil pregunta. Hay que investigar. En mi trabajo rastreo los nombres de Adolfo Vienrich, Ricardo Palma, César Vallejo, entre otros, dentro de un proceso de formación del microrrelato peruano. Es decir, para mí son precursores de este género, aunque los dos primeros configuran un tipo de microrrelato muy distinto al moderno. Vienrich, desde el mundo oral; Palma, desde su peculiar tradición literaria. En cambio, Vallejo se aproxima más al microrrelato moderno contemporáneo en Contra el secreto profesional (escrito en los años 20, pero recién publicado en 1973). Ahora, como afirmo en mi trabajo, creo que Luis Loayza, de la Generación del 50, fue el primero en publicar un libro íntegro de microrrelatos modernos en el Perú: El avaro (1955); de ahí su labor fundacional en este aspecto.

 

La segunda parte de tu libro trata, ya, sobre el microrrelato peruano, enfocándose en la Generación del 50. ¿Por qué  decides estudiar a profundidad la producción del género en este periodo?

Porque sostengo que la Generación del 50 no solo consolida el proceso de modernización del cuento peruano que empezó a inicios del siglo XX, sino que también constituyó lo que denomino como la arquitectura genérica del microrrelato peruano. Es decir, si bien es cierto que la minificción tuvo ciertos antecedentes en su formación a inicios del siglo XX (Vienrich, Palma, Vallejo), es en la década del medio siglo cuando brota un importante corpus de microrrelatos tanto en diarios, revistas y libros dedicados exclusivamente a esta práctica literaria.

 

Así es, y como un autor minificcional referencial de los años 50, tenemos a Sofocleto, autor que lamentablemente ha sido relegado de  la reflexión crítica local, debido estúpidamente a que se consideraba a sus sinlogismos como chistes o simples ocurrencias, no dignos de ser estudiados desde la literatura. Tú, con mucho acierto, lo rescatas. ¿Puedes señalarnos qué sinlogismos califican como microrrelatos y por qué? Y los que no vienen a ser microrrelatos, ¿qué vendrían a ser?

Como afirmo en mi libro, luego de una propuesta de clasificación y análisis de los sinlogismos, la gran mayoría de estos comprimidos se aproximan mucho a un tipo de aforismo moderno lúdico e irreverente; por ello, ingresarían a la categoría de minificciones no narrativas. Sin embargo, también podemos encontrar, aunque en menor proporción, joyitas narrativas en miniatura, las cuales se aproximan al microrrelato humorístico, esto es, presentan calidad estética que los aleja del simple chiste. En definitiva, escribir buenos relatos de una línea (los cuales deben cumplir las condiciones de narratividad, por supuesto) es sumamente difícil y hasta un milagro. Por eso, Monterroso es tan famoso por “El dinosaurio”, de tan solo nueve palabras incluido el título, minirrelato que tiene una legión de imitadores y parodistas. Y creo honestamente que don Sofo cuenta con más microrrelatos que el guatemalteco, solo que andan perdidos en los miles de sinlogismos que publicó en diarios y libros. Aquí te dejo esta perla: “Después de treinta años descubrieron que no era mudo sino que no tenía nada que decir”.

 

Luego, un rescate mayor en tu estudio, sin duda, es el caso de Carlos Mino Jolay, un narrador “fantasma” de la Generación del 50. ¿Quién fue este extraño escritor, que además tiene valiosos microrrelatos?

La verdad es que no sé quién es Carlos Mino Jolay hasta ahora. Y es cierto lo que dices de su condición fantasmal…, si pues, fue un raro y marginal, porque no aparece en prácticamente ninguna antología del cuento ni del microrrelato, a excepción de la que publiqué el año pasado (Cincuenta microrrelatos de la Generación del 50. Lima: Trashumantes: 2014). Pero este escritor, que trabajó (sobrevivió) como periodista, nos ha dejado dos perturbadores libros de relatos: Escoba al revés (1960) y Relatos escobianos (1973), de los cuales el primero es un libro casi íntegro de microrrelatos fantástico-absurdos.

 

Desde tu punto de vista de lector y estudioso del microrrelato peruano, ¿quiénes son los mejores exponentes de este género, al margen de cualquier canon de nuestra narrativa establecida?

Considero que, por su calidad y producción significativa, los tres autores del 50 que abordo en mi estudio son imprescindibles: Luis Loayza, Luis Felipe Angell y Carlos Mino Jolay. En esta misma generación contamos con Julio Ramón Ribeyro, Carlos Eduardo Zavaleta, Juan Rivera Saavedra, Felipe Buendía, Antonio Gálvez Ronceros, Carlos Meneses, entre otros. Antes, a inicios del siglo XX, los tres que mencioné hace una rato: Vienrich, Palma y Vallejo. Luego, en los últimos años, es indudable la maestría y los aportes de Ricardo Sumalavia, Fernando Iwasaki, Carlos Herrera y Sandro Bossio, solo por mencionar cuatro de los más destacados y consolidados. Ahora, existe una creciente y saludable producción de jóvenes cultores de este género que es todo un desafío para los críticos poder elaborar un balance en la actualidad.

 

El año pasado estuviste en el VIII Congreso Internacional de Minificción en Kentucky, EE. UU. Cuéntanos, ¿cuáles son las novedades e intereses de la crítica especializada sobre el tema, en la actualidad? ¿Todavía hay quienes insisten en la importancia de medir las palabras para calificar si un texto es o no un microrrelato?

Me parece que el conteo de palabras para determinar si una creación es un microrrelato es ya un tema que se debe superar. Lo importante no es la cantidad sino la calidad de palabras y cómo se estructuran para lograr su objetivo. Desde luego, el microrrelato, a diferencia del cuento, acorta aún más el camino para lograr su efecto. Creo que las novedades en Kentucky —aparte de la continuación de los interesantes estudios de nanofilología, la relación de la pedagogía y la ficción breve, la teoría del microrrelato y la minificción en los medios digitales que se dieron en otros congresos— fueron los intentos de cartografía del microrrelato en zonas más allá del ámbito español: Portugal, Islandia, Polonia y países anglosajones.

 

Gracias por tu tiempo, Óscar. Para concluir, ¿deseas agregar algo más sobre tu libro o sobre proyectos futuros que tengas?

Espero que El microrrelato peruano. Teoría e historia sea un aporte a los estudios sobre la narrativa peruana, y que el más intenso y esencial de los géneros narrativos sea reivindicado y apreciado en su justa dimensión. Sobre proyectos, por el momento, seguir investigando sobre narrativa breve, sacar el número 6 de Fix100. Revista hispanoamericana de ficción breve, leer, ver cine y viajar. Gracias a ti, Jorge.

 

Créditos de foto: Alex Marchand

 

Un comentario para “#Las5cortas de El buen librero

  1. Q feliz me siento x tus logros Óscar,y mas tu mami y papi estaran desbordantes de felicidad tu abuelita mucho mas Dios te siga bendiciendo,y q esto solo sea el comienzo de muchos mas,éxitos .mucha suerte xq te lo mereces

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