Título: Arte menor
Autora: Betina González
Editorial: Alfaguara, 2006

Hace pocas semanas semanas, salió a la venta -aunque todavía no llega a Lima- América alucinada (Tusquets, 2016), la nueva novela de Betina González. Su anterior novela,  Las poseídas (Tusquets, 2012) fue la ganadora del Premio Tusquets de novela 2012; asimismo, González ha publicado un libro de cuentos, Juegos de playa (Alfaguara, 2008) y Arte menor (Alfaguara, 2006), su primera novela, con la que ganó el Clarín de novela en el 2006. A propósito de la nueva publicación de González, rescato este textito que escribí hace varios años cuando leí Arte menor. 

*

Por:

Fernando Toledo

Recuerdo que lo escribí con frío y sin dinero en el 2007, cuando llevaba un blog junto con mi ex esposa y nos moríamos de hambre amparados en la seguridad ridícula pero mensual  de mi beca. Se llamaba “Diálogo de sordos”, en velado homenaje a los breves meses de mi primer matrimonio. Es necesario apuntar que, al igual que ese matrimonio, aquel blog también se fue a la mierda.

Desde hace algunos años, el diario argentino El Clarín –que pertenece a un monstruo mediático que abarca tanto prensa escrita como televisión y radio- entrega el Premio Clarín de novela. Entre algunos de los ganadores figuran Claudia Piñeiro con Las viudas de los jueves y Pedro Mairal con Una noche con Sabrina Love –esta última convertida en una película horrorosa, protagonizada por Cecilia Roth y dirigida por Alejandro Agresti. La novela a la que me voy a referir ganó elpremio en el 2008: Arte menor, de Betina González, una novela compleja en muchos aspectos.

La protagonista de la novela es Claudia Gemelli, una desertora de la carrera de Periodismo que, un día, en una venta de garage, se encuentra con una pequeña escultura de bronce: una representación de Eva con manzanas incrustadas simétricamente en el cuerpo. Al verla detenidamente, reconoce la pieza como una de las que su padre, Fabio Gemelli, escultor mediocre y mujeriego sin remedio, regalaba a todas sus amantes. A partir de ahí, comienza la búsqueda por disipar las nieblas que han constituido la imagen paterna: a través de un anuncio en el diario; del afán por buscar las piezas y a sus dueñas con el fin de reafirmar y/o confrontar la imagen paterna –ausente desde un extraño accidente de tránsito- que Claudia construyó a través del filtro de la ausencia; de la soledad y carencias a las que se vieron expuestas ella y su hermana cuando aún eran pequeñas.

«Por medio de estos testimonios, la novela profundiza en los mecanismos de la memoria y en cómo esta es utilizada, muchas veces, para ordenar una vida».

La memoria, se sabe, jamás es fiel; a cada instante altera los recuerdos y los acomoda a su antojo o conveniencia. En la novela, Claudia coteja la imagen de su padre, construida sobre los pocos recuerdos que tiene de él, con la que le entregan dos de las ex amantes (Nina, una antigua bailarina de ballet con el talento justo para sobresalir, mas no brillar; y Graciela, una aspirante adolescente a artista que termina de podóloga) y un astrólogo gay, Guillermo Durán, personaje muy cercano a otra de las mujeres de Gemelli, Liliana Fiore. Por medio de estos testimonios, la novela profundiza en los mecanismos de la memoria y en cómo esta es utilizada, muchas veces, para ordenar una vida. Así, Nina recuerda a un Gemelli con talento potencial pero que nunca, hasta que lo deja al descubrir que estaba envuelto en atentados vinculados a las Juventudes Peronistas, llega a desarrollarlo. Por su parte, Graciela, quien fuera alumna de Gemelli en un instituto, lo recuerda como un artista genial e incomprendido, ganador de premios e injustamente relegado de los círculos artísticos bonaerenses. Sin embargo, será Guillermo quien le descubra un rostro más creíble de su padre: falsificador de monedas y estafador que negocia con esculturas de artistas reconocidos, y que, cegado por alcanzar el deseable estatus de artista, intenta construirse a sí mismo como el escultor que Graciela recuerda.

Y aquí entra el tema central de la novela: la concepción del arte y el artista como actividad y sujeto superiores. González se sirve de una serie de personajes con aspiraciones artísticas (un escultor mediocre, una bailarina apenas sobre el promedio, una escultora que termina cincelando callos y juanetes, una hija, Liliana, ensombrecida por un padre artista reconocido) para cuestionar esta idea. Como ella misma señaló en alguna entrevista, en la novela se toma la vida diaria de este escultor para desmitificar la figura del artista: Gemelli trabaja de profesor y, además de bebedor y  mujeriego (seguro convencido de que eso viene con el paquete de artista), se dedica a elaborar proyectos (abortados o estropeados por la ausencia de talento y la adicción al lugar común) que cree están destinados a ser parte del “gran arte” argentino.

Arte menor es una novela en la que todo refuerza la idea de, así también, lo “menor”: Claudia tiene un puestito miserable en una agencia de publicidad; Gemelli es un escultor que, mientras más se empecina en no reconocer su medianía, se revela más mediocre y que se desvive por ingresar al mundo del “arte mayor” bonaerense; una familia que vive en el conurbano, alejada del centro de Buenos Aires; Nina, Graciela, Guillermo; todos personajes y situaciones “menores” que sirven para despojar al arte de esa aura insoportablemente romantizada, apuntar la arbitrariedad del éxito en este campo, y señalar la fragilidad de los recuerdos que construye la memoria.

Deja una respuesta

Regístrate

O con tu correo

Inicia sesión

O con tu correo