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(ENTREVISTA) Recibí el libro a finales del año pasado y lo leí de un tirón, echado en un sofá, vencido por el ajetreo de la rutina. Había algo en «Barrunto» que iba más allá de su lenguaje osado y sus viñetas recargadas de violencia. Entre éste y otros devaneos personales, me animé a conversar con su autor.

 

Por:

Gianfranco Hereña

¿Cómo es que decides apostar por la historieta en vez del cuento tradicional?

El cuento me parece el género más contemporáneo. Siempre me he sentido bien trabajando historias cortas. A Benjamín Corzo le propuse hace unos años que me publique un libro de cuentos y me dijo que no publicaba narrativa, solo cómic. La idea de hacer Barrunto surgió de él. Más que ser alentado, fui engañado. Yo también tuve que seguir la cadena del engaño y se la puse a David Galliquio.

Ahora, Barrunto es un libro que concebiste hace ya un buen tiempo y pese a ello, esta versión gráfica acaparó muchos reflectores en la FIL 2015 ¿Te sorprendió que al reinventarse alcanzara esa acogida?

Me sorprendió más el hecho que a pesar de la buena acogida del libro y los buenos comentarios durante el año de su lanzamiento, al final no fue considerado por el canon miroquesada. Fue mezquino. Sin embargo, nunca me ha llamado la atención lo que digan los medios o los críticos. No me muero por ser alguien en la literatura de la sección Circo Beat de Somos. Disfruto del oficio de manera personal, sin poses ni ansiedad de figuración. Barrunto lo escribí en el año 2000. Ya tiene tres ediciones, el cortometraje, de Mauricio Franco -más conocido en Madrid como DJ Cholofoniks- fue producido en 2004 y logró un premio nacional. Acabado el proceso de llevar Barrunto a la novela gráfica, se produjeron varios hechos como temas de salud familiar, separaciones, juicios, cambios de trabajo, de domicilio (y de ser posible de nombre) que duró tres años y te deja como buen recuerdo el sacrificio que hubo para sacarlo adelante. Actualmente trabajo con la actriz y literata Kiara Castro la adaptación de Barrunto al teatro. Esa historia corrupta de amor que hice hace tantos años no me deja de sorprender.

«La violencia doméstica que considero fue tan grave como la violencia política de los noventas, década en que el concepto de familia se hizo pedazos».

Hay una serie de factores que confluyen en «Barrunto»; está el estilo en sí mismo, desenfadado, pero también el fútbol es un tema que cobra relevancia, así como la violencia juvenil que nace a partir de historias que tocan temas familiares  ¿Te resultó complicado unirlas bajo un mismo criterio?

Entiendo que hay escritores egresados de la carrera de literatura o de la maestría de creación literaria que planifican estructuralmente sus historias. Yo hice Barrunto sumido en la total ignorancia. Fue un arrebato puro, tanto así que después de publicar la primera edición recién entré a los talleres de escritura, y me cagaron el estilo. Yo soy músico, toco desde antes de escribir y hablar (vivo de mi oratoria), entonces considero que mi estilo se basó mucho en el ritmo y también en la capacidad de construcción. También está el teatro, porque antes de escribir actué, hice clown, mimo e impro. Creo que esos elementos propios jugaron a favor de Barrunto. Y las temáticas, el fútbol (mi padre fue dirigente muchos años y yo sigo su trayectoria junto con mi hermano), la violencia doméstica que considero fue tan grave como la violencia política de los noventas, década en que el concepto de familia se hizo pedazos, los desencuentros familiares, la fe por los ídolos falsos como Hector Lavoe o Sandro Baylón. Es parte de mi visión personal con un estilo particular.

Imagino que el cómic, por su misma naturaleza, te ha permitido acceder a un público joven ¿Qué tal la experiencia?

A mi hijo le encantó tu libro, ha sido la frase recurrente en esta campaña. Soy escéptico, el año pasado me ofrecieron llevar Barrunto al plan lector de un colegio privado, de ese tipo de plan lector que suele embaucar a los chicos y a los padres por igual. Les meten la rata completa. Y una de esas ratas, justamente desde Punta Hermosa, me sugirió que le había que quitar el lenguaje achorado, que sus colegios no estaban en ese ‘level’. Entonces veo que puedo tener mucha atracción con el público adolescente porque represento peligros. No creo que me inviten a un colegio a presentar Barrunto ni ninguno de mis libros. Prefieren que vayan otro tipo de autores y les obligan a leer sus cuentos. Un chico de 15 años que lee Barrunto no vuelve a ser la misma persona.

David Galliquio fue el que te acompañó en esta aventura ¿Qué tuvo él que no tuviesen otros dibujantes para plasmar tu idea?

Es de Matute, es aliancista hasta los tuétanos, es borracho bukowskiano, es padre de familia, trabaja en una fábrica de llantas, se saca la mierda por mantener a su familia y aún así saca tiempo para dibujar, es prolijo, saca talento, batalla día a día y te saca lo mejor, o lo peor por donde se mire. Galliquio es un ejemplo de pujanza y de arrebato, es disruptor, anárquico y cerebralmente atrevido para narrar. Con Corzo intentamos trabajar con otros dibujantes, pero cuando él sugirió Galliquio yo tuve la certeza, lo había conocido años atrás por Urbania, el periódico que dirigía y era de cultura urbana, ahí le publiqué el Perro Lito. Luego lo he seguido, y cuando comenzamos a chambear, fue maravilloso compartir con alguien tan genial. Hubo picos -guarda ahí- creativos y también momentos de tensión. Galliquio no solo plasmó mi idea sino la incremento, usó cosas del cuento, del cortometraje y le metió su cuchara. Ambos compartimos la cuchara para otras cosas también. Considero que lo mejor de Galliquio es el díptico Barrunto-Una mosca en mi nariz. ¿Qué tuvo que otros dibujantes no tuvieron? Los huevos para meterse conmigo. Este amor no es para cobardes.

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