Título: Años interesantes
Autor: Eric Hobsbawm
Editorial: Crítica, 2003

 

 

Por: 

Gianfranco Hereña

Hablar de Eric Hobsbawm es emitir casi una sentencia: se trata de uno de los mejores (sino el mejor) historiador que nos dejó el último siglo. A él le tocó vivir 95 años en los cuales la historia fue escribiéndose junto a su propia vida. «Años interesantes» nos invita a caminar junto a Hobsbawm a lo largo de distintos períodos que, más allá de tener un fin netamente autobiográfico, introducen al lector en la psiquis de su autor, desde su miliancia activa en el Partido Comunista hasta su visión como historiador marxista.

Tiempos difíciles

El libro inicia con un Hobsbawm autocontemplativo, que recuerda los años de su complicada niñez en Viena. Ahí, inmerso en una serie de trifulcas políticas, el pequeño Eric lidiaba con el legado de lo que acababa de acontecer en Rusia (La Revolución) y el efecto que ésta tendría posteriormente sobre Europa. Es interesante la manera cómo aborda desde su experiencia introspectiva el entorno familiar que le rodeaba, ya que tiempo después sería este quien lo dejaría expuesto al peligro (Es este aspecto en el que hace mención a su madre dentro de uno de los diálogos: «Nunca te avergüences de ser judío», le habría dicho. Y Hobsbawm, a pesar de no ejercer activamente su religión, lo tuvo muy presente pese a los riesgos que ello acarreaba).

Un año antes de la definitiva ascención al poder del Partido Nacional Socialista de Hitler, Hobsbawm había abandonado Viena y se había afincado en Berlín. La BBC de Londres recuerda algunas de las declaraciones que hizo cuando se le preguntó al respecto:

 «Cualquiera que vio el ascenso de Hitler de primera mano no podría haber evitado el ser moldeado por esto políticamente. Ese chico está todavía dentro de mí, siempre lo estará».

Y ciertamente, da detalles sobre lo que significó esa experiencia. Hobsbawm literalmente se adentró en el cuerpo de la bestia y la analizó al milímetro, desde sus inicios hasta la consolidación en el poder.  Todo esto lo describe entre los capítulos 4 y 5: “Berlín: la muerte de la república de Weimar” y “Berlín: marrón y roja”.

“(…) El reparto de propaganda electoral a favor del Partido Comunista no eran cuestión de broma, especialmente durante los días posteriores al incendio del Reichstag. Tampoco lo era votar comunista, aunque el 5 de marzo esa siguió siendo la opción de más de un trece por ciento del electorado. Teníamos derecho a tener miedo, pues no sólo arriesgábamos nuestra piel sino también la de nuestros padres” .

“Así, en junio de 1941, los miembros del Partido, respirando aliviados, retomaron el discurso que habían defendido antes de la guerra, y se volvieron a unir a la masa de los británicos corrientes. Por propuesta mía, conseguí que todos los miembros de la división 560 firmaran, empezando por el sargento mayor de la compañía, un balón de fútbol y lo envié a la embajada soviética de Londres para que lo hicieran llegar a una unidad de ingenieros equivalente a la nuestra del Ejército Rojo. Creo
que el Daily Mirror, que entonces ya era en buena medida el periódico de las fuerzas armadas, publicó una fotografía. Después del 22 de junio del 41, la propaganda comunista más o menos se las arregló como pudo”.

Un historiador que escribe bien

Se hace evidente que la pluma del autor tiene bases literarias sólidas, que le permiten escribir correctamente y hacer de su narración algo interesante. Es muy raro encontrar una autobiografía tan bien escrita y no hablo solo del aspecto normativo sino de la hilación de datos recopilatorios que consigue a través de sus narraciones. Este libro es una demostración clara del porqué Hobsbawm supo llegar a un público más extenso que el de sus colegas.

Por momentos irreverente, Hobsbawm hace paralelos entre la historia de su propia vida y la época que le tocó vivir sin dejar de lado el análisis histórico.

Opiniones

«Hobsbawm posee una mente extraordinariamente fértil y una rara capacidad para acuñar y divulgar nuevos concepto que dejan una marca perenne en la historiografía … La inteligencia de Hobsbawm aplicada a la historia no tiene igual».

Sir Keith Thomas

«Eric Hobsbawm se ha ido y todo hace pensar que hoy, un día después de su muerte, vivimos en un mundo intelectualmente más pobre. Quizá no sea esto del todo cierto ahora que sus ideas, la tradición marxista que siempre defendió, recuperan posiciones en un debate al que este hombre, el más grande historiador de los últimos tiempos, contribuyó con vida y obra hasta el último minuto».

Revista Ñ

 

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