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Título: Travesuras de la niña mala
Autor: Mario Vargas Llosa
Editorial: Alfaguara, 2010

París, la Ciudad Luz, escenario de tragedias y comedias durante muchos años, destino de artistas, ciudad dedicada al erotismo, el hogar de Ricardo Somocurcio, protagonista de la primera novela de amor romántico de Mario Vargas Llosa. Así nos sumerge en el relato del niño bueno y fiel, dispuesto a todo por su amada, una “mujercita fría, desamorada, calculadora, cruel”, una niña mala.

Por:

Ángela Arce Gamarra

Travesuras de la niña mala es una historia lineal y sigue un orden cronológico. Va desde los años cincuenta hasta un periodo cercano al presente. En vez de saltos en el tiempo, Vargas Llosa nos muestra continuos cambios de ambiente geográfico. Podemos pasear por las calles de Lima, París, Londres, Tokyo y Madrid, acompañando a las cursilerías dedicadas a la niña mala. Estas ciudades, sobre todo París, se convierten en co-protagonistas de los amantes, además de presentar personajes secundarios que se encariñan con Ricardo y su conformismo, sin dejar de afirmarle “Eso eres tú, mon vieux, aunque no te guste: un niño bueno”.

Las «travesuras» de esta novela están lejos de ser inocentes. Después de la primera vez que hacen el amor, él, enamoradísimo, le recita poemas de Neruda al oído, mientras ella le ordena “Más despacito, más despacito”. Es por esos días que Ricardito tomará la decisión de la que se arrepentirá el resto de su vida, dejarla ir. Un par de años más tarde, ya casada con un francés adinerado, la niña mala llegaría de nuevo a su lecho. Esa vez con la orden de “Con tu boca. Después, será más fácil que entres”. La frialdad de sus palabras no influye en él, quien cumple encantado y le dice “Lo único que de veras quiero en este mundo eres tú”.


Las relaciones clandestinas y los incontables desplantes crean una maldición necesaria en Ricardo. A pesar de lograr convencerse numerosas veces de que la niña mala no regresaría jamás, bastaba una mención o un reencuentro para que los sentimientos reprimidos bajo un exceso de trabajo saltaran a la superficie. Esta enfermedad no debía ser extirpada porque garantizaba tanta felicidad como dolor, toda una huachafería recurrente en nuestro dolido personaje. Totalmente en contra de lo que su amigo Salomón Toledano predicaba, “A la mujer, atrápala por los cabellos, arróllala y a la colcha. Hazla vislumbrar todas las estrellas del firmamento en un dos por tres. Ésa es la teoría correcta.”

Ricardo sabe que su adorada niña mala nunca estará con él, ella no está hecha para tener la vida “de una parisina de clase media, sin sorpresas ni misterio, sumida en una estrictísima rutina y desprovista de aventuras”. Es un hombre sometido por completo a la voluntad de una mujer que solo demuestra ser un paradigma del  arribismo, y que, al mismo tiempo, es muchas personas sin ser ninguna de ellas. Ocasionaba que las tías de Miraflores exclamaran “¡Qué niñita!”, y lograba que los franceses la contemplaran con un “¡Quelle beauté exotique!”. Sin embargo, nadie había podido dominar la fidelidad de Kuriko, hasta que un japonés cualquiera – adinerado obviamente – la somete de tal forma que el daño físico y psicológico trasciende cualquier idea que haya podido tener el niño bueno.


Vargas Llosa ensalza las angustias amorosas de la pareja y juguetea con la verosimilitud de las disparatadas aventuras, tal y como lo haría un niño que arma un castillo y se inventa un dragón para combatir. Debido al erotismo que incluye a través de la historia, Travesuras de la niña mala podría estar en la misma categoría que Elogio de la madrastra y Los cuadernos de Don Rigoberto, pues estas tres novelas no estarían completas sin la pasión desenfrenada de sus protagonistas. Por el hecho de tener la evolución de los personajes como composición narrativa dominante, se puede concluir que no es una novela de acción, sino de personajes disonantes jugando a deshojar la margarita. Mientras que uno se desvivía de amor como ya no se ve actualmente, la otra era incapaz de tener demostraciones de cariño.

Este capricho de niños, con formato de novela por entrega, me capturó cuando los personajes se encuentran en París. Cada folletín logró cautivarme no solo por tener a la historia como eje, sino por todos los agregados que hay alrededor de este. A pesar de ser un poco repetitivos, el encanto de la prosa y los lugares me dejaba con ansias por saber más. Y fue así que le tomé cariño al adictivo amor imposible entre el niño bueno y la niña mala, quien se convierte en la columna vertebral de la historia; pero “¿se podía llamar historia de amor a esa payasada de treinta y pico años, Ricardito?”.


Para leer la reseña completa, adquiera un ejemplar de Vicio Absurdo nro 8.

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